Autodesplazamiento.

Se me ha quedado la circunstancialidad en casa. La he dejado bajo los textos escritos. Se ha escondido del llanto de la almohada. Ha escuchado como quién oye llover las discursivas disertaciones  del espejo para que salga.

Se ha quedado la circunstancialidad y es ya no ser nómada de circunstancias circunscritas al drama. Se me ha quedado y he sido incapaz de realizar un comentario en Youtube, de publicar algún aporte en un foro y decir hola a la idea central que no se relaciona con nada. 

Las relación de divagación ya no intenta relacionarse conmigo y para converger de A a B debo desplazarme de A a B sin divergir en C, P, F, G, H, I  K, Q y L.

El asco de la preeminencia de la exactitud.

Se hace de la perorativa dramática un influjo cursi de poluciones victimizadoras y pernoctadoras por constructos sustanciales cuando -y como todos sabemos- la insustancialidad de una barata retórica la sustenta.

Y las magnitudes vectoriales que determinan el influjo de un pensamiento dirigidas de manera concreta y no indeterminada dejan en claro la  diseminación difusa de una situación. Y cómo qué.

Todo, nada ayuda a mecanismos evitadores y minimizadores.

Una mierda al final prescindir de elementos de la incertidumbre que sustentan una relación de indeterminación respecto a mi posición con las cosas:el prescindir de ellos hace de los esquemas cognitivos, claros; de las intencionalidades, especificas; y, de las expectativas, magnitudes medibles y explicables. Y así cómo.

No hay azar, hay contingencia. Consideración de hechos que pueden ser y tampoco pero que se consideran de manera lógica y formal.

Y así dónde cuando el cómo del todo qué a un cuadro a la vez, a un punto concreto siempre.