De manitas sudadas con la comunidad bloguera

Primero, los universales. Luego, subir ensayos. Voy en detrimento de mis principios para ser aceptada por una comunidad de bloggers wordpressianos y OH. Pero además ya no me quedan tantos megas de espacio publicitario y quiero extra limitarlos. Claro.

**********

El Hombre Light

“Con pensamiento débil, convicciones sin firmeza, asepsia en sus compromisos, indiferencia sui generis hecha de curiosidad y relativismo a la vez…” -escribe Enrique Rojas en El Hombre Light-, “su ideología es el pragmatismo, su norma de conducta, la vigencia social […]; su ética se fundamenta en la estadística; su moral, repleta de neutralidad, falta de compromiso y subjetividad, relegada a la intimidad […]”.

Por su manera de plantear la descripción parecerá que Enrique Rojas nos esboza el perfil de alguien que está a punto de lanzarse de un décimo piso; pero no, en realidad, es el perfil del hombre de nuestro tiempo, que busca su satisfacción material; un hombre permisivo, hedonista, consumista que se rige por los principios del relativismo y que aunque con todo “resuelto” no es ni por asomo feliz. Nos muestra, en fin, la imagen fiel del hombre corriendo tras la felicidad sin encontrarla en ninguna parte o parte alguna en la que, precisamente, busca: en su nihilismo cultural.

Pero, aunque la intención del autor es exponer los vicios de la época, lo hace desde un enfoque absoluto, es decir, crea el estereotipo perfecto del hombre actual. Si en la época medieval era el hombre bárbaro y durante la modernidad era idealista ahora es indiferente. La tendencia de Enrique Rojas a absolutizar lo lleva a pautar una macro descripción antropológica donde la subjetividad es un libertinaje. La gente, sí, hace lo que quiere pero quiere lo que los otros hacen, parece decir; con ello, se cae en un consenso relativo que no es más que un conceso vulgar.

Lo conveniente al respecto es dominar esa homogenización del pensamiento relativo a través de una nueva ética moral que establezca el bien y el mal, y olvidar eso de que no existen valores absolutos de validez universal; y negar todo rastro del pluralismo ideológico y socioestructural; y superar esas condiciones personales, sociales e históricas que determinan a cada individuo de manera única.

Además, Rojas parece percibir que la nueva espiritualidad es material y se le rinde culto al bienestar superficial. Pero saquemos de este árido panorama a otro desolador: el hombre tercermundista, que necesita tener para sobrevivir y se empaña en una espiritualidad que ofendería hasta a la más férrea ironía volteriana religiosa –la religión para necios, desgraciados y barbaros-.

En este punto, quiero aclarar que mi intención no es negar la naturaleza humana moderna. La falta de sentido de la identidad del individuo producto de inseguridades mentales y morales no puede reducirse a ningún punto incomprobable cuando es una realidad palpable.  Pero decir “naturaleza humana moderna”, ¿es correcto?  Tal vez, lo ideal es plantear que la naturaleza humana es, fue y será egoísta, concentrada en su interés, que busca el bienestar más inmediato, aquel que reduzca los costes.  Esta afirmación es totalmente valida desde una concepción pesimista antropológica en el marco de una filosofía social. Pero frente a ella emerge otra clase de pesimismo de índole cultural o social, que plantea una civilización en decadencia, y que va muy acorde a la idealización del pasado que se percibe en las líneas de El Hombre Light.   Para Enrique Rojas, debió existir en la historia de la humanidad una época donde el humano era más humano, donde el hombre era más feliz.  Es natural observar como estos pesimistas sociales alardean de una decadencia total en su época; como si la concepción de decadencia se reformara con la era.

Ahora bien, es conveniente preguntarse si actualmente con las revoluciones científicas que mejoran el modo de vida, con las liberaciones personales y el constante acecho por el cumplimiento de los derechos humanos, con esto, que podríamos llamar, ”pequeños“ detalles de ingeniería social resueltos ya no es dable cuestionarse acerca de la civilización misma más que por cómo el hombre se civiliza. Me explico: con la paulatina superación de dogmas políticos, religiosos, económicos (o al menos, creo yo, una supuesta superación del descaro con que se acompañaban en el sentido de que ahora es necesario disfrazarlo bajo un slogan) y la constante pugna por extender un bienestar de alcance global, de aquí se desprendería una preocupación ya no, pues, de orden “estructural” si no se reduciría a cuestiones de índole moral e intelectual. Cuando ya no queda más por qué injuriar se injuria contra la naturaleza misma del hombre. Lo que parecería correcto, en este caso, es no validar ninguna postura pesimista: el hombre de hoy no es inferior a sus ancestros y  mucho menos pretende desaparecer a su especie cuando busca mejorar la calidad de vida mundial.   Lo correcto, en fin, es desligar los problemas falsos de aquellos verdaderos inherentes a la condición de la época; y que está condición de la época es inherente a una crisis contemporánea que es necesaria sortear para continuar con el progreso del hombre.

Pero con lo alarmante que son para el autor estas características contemporáneas no le ha quedado más que acudir a las señales de socorro que emite el hombre hipermoderno con su control de mando e intervenir con soluciones que, para su pesar, caen en un total relativismo- Proyectos personales, valores familiares, etc.-.  Además, propone una reevaluación del pensamiento filosófico clásico, una regresión al pensamiento cristiano y hace énfasis en la función del sufrimiento humano como un medio para desarrollar la conciencia y con ello el hombre podrá ser consciente de su fragilidad; precisamente, haría falta flagelarse mentalmente para cultivar el intelecto. Pero aunque la reflexión del autor parecerá retrograda es comprensible su intención: un proyecto ético de fraternidad interhumana; sin embargo, su concepción encuentra un error al no tomar en consideración esta variable de la evolución de la conciencia: nuestro cerebro actual no es el mismo que el cerebro de un siervo medieval por lo que usar de manera vigente -como proyecto determinante para “componer” la naturaleza humana- ideologías que hicieron una contribución inestimable a una visión del hombre y  a una civilización en épocas históricas determinadas es aceptar que, en realidad, la tierra es plana y es plana porque la rotación de la tierra sobre sí misma nos causa mareos.

A todo esto, hay que alabar la capacidad prolífica del autor para crear un libro de citas que, claramente, muestra una preocupación profunda por su prójimo y que busca soluciones desde sus propias creencias y convicciones filosóficas. Y que aunque algunas de estas preocupaciones puedan salirse de un enfoque realista muchas otras son razonables. Con las condiciones paradójicas de bienestar y caos dispersos en el mundo, lograr un equilibro sensato parecerá una utopía; y con la difusión de la identidad del hombre de ahora, debido a este proceso globalizador, que lo coloca en una seria posición de indeterminación, indecisión y como, último recurso, de indiferencia, una vista al pasado por ser ya conocido parecerá reconfortante. Pero la respuesta no se encontrará volviendo sobre nuestros pasos, más bien concierne establecer soluciones que se adecuen a las exigencias de la época, es decir, no tanto acudir a puntos polarizantes de odio- amor a la posmodernidad, sino saber emplear los nuevos recursos que nos brinda desde otras perspectivas: que, por ejemplo, la tecnología en lugar de establecer interacciones humanas frías y distantes, en realidad, nos permite conectarnos empáticamente con la raza humana en una biosfera única y en el proceso encontrar una nueva identidad a la cual aferrarnos. Si hemos pasado de una identificación por lazos de sangre, a una identificación por ideologías religiosas, a otra identificación basada en una nacionalidad, ¿no sería conveniente establecer una nueva identificación fundamentada en la noción de la biosfera como comunidad única? Y es posible, sí, que este planteamiento suene muy bien como utopía de campaña medioambiental y no como una seria posición de resolución a problemas agobiantes de la raza humana pero, como lo hace el libro mismo, permite abrir una brecha de cuestionamientos sobre la manera más adecuado de establecer un mundo racional y adecuado a las exigencias de la dignidad humana.

El titulo es opcional…

El problema con los universales no es el concepto concreto que define sino las decisiones que se tomarán a partir de ello; porque luego de conocer y compartir la esencia de tal, deviene al conocimiento: una acción.   El problema se sustenta desde una postura metafísica de lo absoluto del sí porque no y del no porque sí. De constreñirse en ese espacio de aliciente espesura de incertidumbre, bajo conceptos que parecen estabilizar el momentáneo mareo de una determinación infundada por verdades creídas en conjunto. Yo, lo que quiero decir con estas charadas que me salen del carajo es que la decisiones son el mal, la hiel del alma.

Como consecuencia, una no debería verse envuelta en ese irregular y atemporal fluir de la esencia de las cosas para determinar una acción con respecto a un objeto. Esto debería ser escupirle a la cara de los humanistas, personalistas y a su escorbutosa concepción del potencial humano y su inherente libertad. Que estas concepciones antropológicas me la cierran y me la secan; sin embargo, aunque de alguna manera terminen haciéndome un ser asexuado, las comparto. Al final, una, para admitiendo que estas concepciones son decoradoras de interiores externos – decoradores de realidades, pues. Aún así, eso no deja de hacerme una obsesiva controladora de las situaciones que necesita tomar y sentir que sus decisiones mantienen el control; que porque, según lo que esta alma en pena argumenta, el sentir fluir libre y constante de las circunstancias bajo los pies no es una sensación nada agradable, y que las concepciones de nuestra realidad nos determina y no al revés me da un guantazo en la cara y me reta a un duelo que, para obviedades nimias, no ganaré. El problema entero es que cuando siento y pienso que algo no está donde debería,  que se ha salido del control por no respetar mis ordenes internas de la organización inalienable de cada cosa, me descontrolo y por ende, yo, esta paradoja no la tolero.

Las personas, por ejemplo, deberían atenerse a el guion que yo mentalmente les tengo preparados. Que deberían atender a las cosas que se les pide explicitamente y evitar construir otra realidad alterna con otras esencias de cosas y otros universales diferentes a los míos que, de alguna manera, determinarán su conducta y  las separará por trecho enorme de las conductas que deberían seguirse. LA GENTE SIMPLEMENTE DEBE DEJAR DE HACER LO QUE SE LE DE LA PUTA GANA, aunque nuestro Maslowsito, nuestro Rogergsito diga lo contrario, pero dentro de los límites de lo establecido.

Invierta en acciones bursátiles en tiempo real

Las divisas de Dow Jones bajaron 3 puntos hoy; mi autoestima, 2. Yo sabré poco sobre la relación de la cotización de la bolsa y mi autovalía personal, más que la reducción de su valor cuando el mundo se presenta como un caos  -pero que el mundo siempre es un caos y no entiendo la clase de premisa válida que pretendo demostrar y es que aquí  también quiero considerar  la capacidad para ostentar amplios conocimientos de ciencias económicas, sociológicas y psicológicas en dos lineas, pero esto también es mentira aunque lo anterior sea verdad-.

Dow Drops 500 Points

Dow Drops 500 Points (Photo credit: YoTuT) -Ahora son 500, y es una gráfica hecha con lágrimas.

Yo, como lo dicta la entropía, he pasado a un microestado igual de probable que muchos otros; que podría ser la decepción de Sarte o el hartazgo de Nietzsche -filósofos toomainstream porque mi autoestima y el mundo es un caos-. Yo, a estas alturas ya no pretendo sacar respuestas reduccionistas dentro de una lata – y que relacionar reduccionismo con comida enlatada nunca está de más aunque a la relación le subyacerán explicaciones que no existen, y bueno-. Pero sí esa de ser yo antes que el mundo porque corresponde a la posición individualista sigloveitiunera que te dan a socializar con el tenedor mediático y el consumismo desmedido -el a-badass-anarchist-over-here del texto, claro-. Que al final estar ligada a un sistema de cotización psicológico hace que te sientes en la esquina de la posición fetal clásica y des puñetazos a la pared de no hacer nada, con el único resultado  que el daño también lo contrae la imbécil de los puños como rabietas. Y el problema es que no va de mí pero siempre es de mí.

Al final de las conclusiones lo único que se quiere es entender el desmoronamiento de los valores bursátiles internos sin sentir que tiene que ver con todo lo que se va a la mierda de afuera, aunque nunca. No sé si me explico.

Tú lo que tienes que hacer es quedarte sentado y no hablar

De pequeña, los adultos siempre me parecían una verdadera patada en el culo – «señora, su niña posee una rica vida interior», «señora, la nena es muy introvertida», «señora, que nosotros hostigamos a su hija al punto de rabiar para saber lo que piensa», «señora, llomauri ha derramado su jugo de manzana intencionadamente sobre mis pantalones»- peores que niños anclados a las faldas de su madre, pero sí muy lindos en la falda de la mía.

Yo, ahora, es que me pregunto la clase de patada en el culo que puedo llegar a ser para los pequeños. De ser de algún tipo -que los hay-, el jugo de manzana me parece una opción muy recomendable. Siempre.