El minotauro de al lado.

Es que después de tantos por qués y cómos vamos a tener que enfrentarnos con el minotauro del laberinto de incertidumbre que hemos construido.

Queda la certeza de la duda sobre la posibilidad de ver el suelo cubierto por entrañas.

Pero a partir de aquí y a otro momento, empezamos a crear otro vórtice de incertidumbre que nos desea conducir a dilucidar si ha sido el minotauro  o nosotros mismos, los muertos. Si hemos sido los dos. Y esto vendría siendo lo que para Dorian es su reflejo y lo que para Dr. Jekyll es su Mr. Hyde.  La muerte de la figura mitológica implicaría la muerte del sí.

Que a lo mejor, debamos aprender a vivir con ella, con él. Organizando ceremonias de té, y hablando de lo duro que está el clima. Pero sin asegurar nada, claro. El clima está o no está cálido. Puede que llueva o no lo haga. Y esperando el momento en que el minotauro nos rebane la cabeza. Porque esa es su naturaleza como la nuestra el tratar de aplacarlo.

O que tal vez lo necesario sea rodear el centro del laberinto y vagar ociosamente por los espacios de pérdida, preguntándonos quiénes somos, para qué existimos, de dónde veníamos.

Y que en una de esas, seguramente en uno de esos callejones sin salida como siempre sucede –porque que esos nos han planteado los spots de imágenes icónicas rosas, haciéndonos creer que han derrotado al minotauro y han sobrevivido y han tomado la respuesta del universo y todo lo demás sobre su lomo, y bebido su sangre y cogido sus cuernos y que la única salida de un callejón sin salida sea otro y no el minotauro, sino otro- y entonces cuestionarse entre sí, con el otro, como siempre nos quieren hacer creer que sucede, cuáles son nuestros nombres, dónde vivimos, qué nos gusta. Y claro, todo cuestionamiento intangible desde posiciones metafísicas irrepresentables de manera fenomenológica o similares, se convierten en meras representaciones tangibles y simples: Juana, María, Jorge, Luis, en los prados, en las aciagas, en la calle del oratorio, las fresas con cremas, el chocolate y los atardeceres.  Tan concreto, sencillo y preciso,sin necesitar de recodos: todo parece rebosante de sentido.

Y todos somos Juana, María o Luis y tenemos un lugar con un sentido.

Pero el cuento no acaba con una cadena de brazos humanos tomados por la sensibilidad de las figuras digitales y con ello, encontrando la salida. Que las representaciones escamoteadas que nos ofrecen son sólo paños paliativos de siete montes sobre nuestras certezas mientras rezagamos las abstracciones por debajo de la cama con un puntapié despectivo de evitar el desgate del desequilibrio cósmico. Pero y es que ¿necesitamos tan desesperadamente de una verdad inalienable, que nos conduzca de manera uniforme, que nos sostenga de manera estable y por igual? Y desde esta pregunta hasta entonces, podemos imaginar una vasta gama de posibilidades que solucionan la miserabilidad humana construida por la duda y su falta de consenso –reduciendo a una sola causa los problemas de pensar serio, como hacen todos esos intelectuales de opinión-, pero en una de esas la imaginación nos juega una jugarreta y vamos entonces construyendo conceptos abstractos que se originan en nada concreto y que definen condiciones ambiguas y que necesitan respuestas puntuales. Y con ello vemos: desastre naturales, protestas pacíficas-violentas, personas inconformes, muerte, violencia, hambre y sufrimiento. Pobreza. Y la utopía se desarma y comprendemos.

Al final somos nuestro propio minotauro, claro. Pero no lo creo.

Marque con un todo es una putada si ha aceptado los términos y condiciones de vida.

A lo mejor, estamos obligados a ver a través de la rendija de la puerta como es que la vida se coge a nuestros sueños. Y ya. Pero sin colocarnos en una posesión voyeurística mística ni nada. Sólo inocentes impotentes diciéndole a Freud: ellos son como lobos, míralos, como lobos. Bah. El pobre psicoanalista no sabría de dónde sacar tanta figura onírica para tratar tanto neuritísismo histérico. <<Freud y si algún día quiero estrellar un avión en noruega, eso ¿qué significa?>>. Vale, mejor; lo anterior se acerca al tipo de acepción de la palabra sueño que quiero tratar.

El tipo de sueño que toca las pelotas. Esas estructuras que te invitan a trazar con un ándale m’ija a trazar su proyecto de vida a los dieciséis años y cuando no tienes puta idea de algo. O con el y tú de qué irás cuando grande. «De puta», hubiese sido la grandielocuente respuesta de mi niñez, pero no fue esa  y  la gente no entendía que a los putos cinco años uno cree que la vida es un helado.

Pero, y ¿por qué no?

La vida tendría que ser eso y no la construcción social que nos empeñamos a establecer para, paradojicamente, finalizar eso que nos obligan a empezar. Eso, entiéndanse, son los sueños achicopalados por tanto trajín diario de reconstrucción y desmoronamiento.

Claro, mientras establecíamos aquello, la vida se encargaba duro de darle a los sueños. Lo sigue haciendo. Ya no hay placer. Hay dolor. Hay sadismo. Hay un marques de sade, escribiendo.

Y la vida, claro, redacta su invitación explicita para perturbarnos.

Que la lista interminable de ambiciones profesionales en la niñez, es válida. Que la reducida gama de opciones inseguras en la adolescencia, también. Que estar segura de lo que quieres ahora, mejora todo el panorama. Pero es que uno vuelve  y ve a través de la rendija, y se tiembla. No es que algún día la niña poeta hubiese querido serlo y no fue. O presidenta y tampoco. O maestra, veterinaria,  arquitecta, fotógrafa, escritora, médico, embajadora, un etcétera grandote que esconde la idiotez de fondo muy obvia,  y que bueno. Pero los escalofríos siguen recorriendo la médula espina y llegan a la región lumbar, y todo planeado y todo desde aquí y los próximos veinte años y el fantástico de tono irónico. Los escalofríos prosiguen y llegan a la posición dorsal, y bueno la vida no es la misma desde hace cinco y miedo y el cambio y sólo cinco y medio. Los escalofríos alcanzan la  región  cervical, y si no es así y de otro modo pero siempre así y si luego duele, y pregunta. Y todo se estremece y se entremezcla.

La nausea.

Bueno, al final la vida es una hijadeputa con la que aprendimos a convivir minimizando situaciones porque es que aún nos quiere. Ella muy adentro  tiene buenas intenciones aunque no se vean o la rendija de la puerta no lo permita.

No sé lo que digo. Tengo sueño.

Bajo aviso no hay engaño

Yo creo que el error de todo está en el presuponer de las cosas.

Nos ayudan a construir esquemas de la realidad donde cada accesorio que la compone está determinado por específicas características que, presuponemos, iremos identificando en nuestro constante contacto con ella.

Y desde entonces presuponemos.

Y presuponemos mal, porque no hay otra forma de presuponer.Uno, sí, supone, uno va de crear hipótesis y  de ir comprobándolas paulatinamente. Pero presuponer implica otra cosa. Implica pre hipotetizar una hipótesis sobre una realidad, sobre un accesorio, elemento o demás con el que no hemos entrado en contacto, implica idealizar. Implica aferrarnos a estructuras subyacentes previamente establecidas por construcciones históricas, y culturales y el cuento chino de siempre. Implica dogmatizar la expectativa de una situación. Implica mucho y resulta en nada.

Y de eso vamos. Y desde una perspectiva constructivista de modificar esquemas, de ensayo y error y mirá tú que tan tontos no somos. Y sin embargo. Sin embargo seguimos considerando los aspectos tan arquetípicamente intrincados y que modificarlos, posiblemente, concluiría en un cambio radical de la esencia humana viciada. Pff, viciada, como si antes no lo hubiese estado, y estar ¿cómo? Como si nunca hubiese parecido no estarlo. Mejor.

Vale, pero qué sabemos de la esencia humana en realidad. No somos más que un producto hibridoso de cerdos, ratones y monos. Al parecer y reductivamente, no más.

Bueno, uno por ejemplo presupone características tan atribuidas de manera intrínseca a la esencia humana como la confianza y la amistad y agregados. Y resulta que cuando se vive y se está en estado play la cosa, cambia. Y uno cae de bruces como sucede siempre  cuando  las cosas en las que se creían estaban del todo mal, o nada bien en absoluto. Y las certezas, bueno, las certezas son otra cosa, son le creme burrè de la verdad y tal.

Y, tal vez, porque nos hemos saltado las clases nihilistas por ser cosa nueva de siglo pasado que han existido siempre.

Pero vale, uno va de preparar la tierra, de abonarla conscientemente, de sembrar una semilla, de regarla todos lo días. Es que la amistad es como una plantita, mire usted. No hay que descuidarla y sí, uno trata de no hacerlo. Es que se cometen errores y claro, pero se saldan de a poquito, que perdón te lo compenso, qué sabré yo.

El punto no es cultivar una amistad que este temita se lo vamos dejando a otro tipo igual de iluso e ingenuo. Yo trato y voy sobre el escatológico tema de la confianza y bueno, que te das cuenta que la puerca planta no va de darte esos frutos, que te los niega o ni siquiera los conoce, que te has equivocado, que se los da a otros, que tenés mal ojo. Y esto se te estampa como un zarpazo en la cara y en las presuposiciones y luego resulta que aprendes nada. Y claro, aquí el tema de la vulnerabilidad está resaltado, porque resulta que te vulneras y duele cuando rasgan esa pequeña telita que apenas te contiene. El pequeño lazo, unión o cohesión de dos almas en estado de vulnerabilidad que se dan, que se dicen, que se sinceran o esas palabras para el borde de las lágrimas. Joder, pero uno ve que esto es un acto egoísta que uno no puede con su vulnerabilidad y es necesario dársela a alguien y esperar que la sostenga que la conserve que no la comparta. Pero lo hace y lo hace bajo los mismo motivos y términos  por lo que se origina esta cadena de vulnerabilidad desvulneralizada.

Pero los procesos presuponedores siguen en marcha y aunque uno se diga que esta es la última vez para creer en alguien, para confiar en otro ser humano, vos cruzas la esquina y te encontrás con la primera persona que te sonríe y te da unas palmaditas en la espalda.

Entonces, la riegas.

Y la riegas en serio, hasta que bueno.

Boulevard of broken teen’s dreams

No sé qué autor de esos que no se conforman con darle putamente en donde se supone que deben dar las cosas que dan cuando uno se propone a dar para escribir algo que de, escribió esa frasecita de que es posible que doblando la esquina algo te devuelva a la vida.

La recuerdo, porque aparte de ser lo no más místico e increíblemente no más original que haya leído, pues ha pasado, y pasa y qué se yo. Claro, que el lugar de la esquina cualquier pedo, cualquier algo también. Uno no se imaginaria que a las 11:45 de un día lunes sin saber cómo y con qué pretexto, la atolondrada señorita doblaría en la esquina 839-813 y se encontraría con que el algo tenía forma de humano y eso desconfigura cualquier axioma que la frase, por lo bajo, trata de establecer. A menos que, siguiendo con el patrón lineal del movimiento, a.c.e.r.c.á.n.d.o.s.e. p.o.q.u.i.t.o a esos códigos inteligibles sobre el «por qué este y no otro» de las bibliotecas, y sopesando la tensión que dos personas en un mismo lugar franqueadas por librearas enormes cargados de literatura y cosas para pensar fuerte y denso; y por quién sabe qué bateo de las mariposas en hognkong y  qué hijodeputez patrón de crianza hizo que ambas manos de ambos sistemas autopoieticos coincidieran en el mismo putisimo libro al mismo tiempo y a la misma vez –que no es lo mismo porque no olvidemos a Einstein y su «si usted se va al espacio y regresa se le cae la cabeza», o algo así. Faltaban más: las risas nerviosas y los mirá tú que casuality, jijiji, jejeje, jojojo.   Y quédatelo tu que es el único y no mira que regreso la próxima semana, SIEMPRE, -siempre, enfatizado, doble línea  italic bold size=45-. Y como todas esas cosas que posiblemente pasen sólo una vez en la vida y que por ningún motivo hay que desaprovechar, la situación se desaprovecha.

Y luego, viene el muy bien, gracias, que lindo, bye. Y digna te llevas el libro, y el libro te lleva digna. No comentas, no dices, Shsst,  la biblioteca.

Y bueno, claro.

A mí, porque me enseñaron que a un libro: nunca no, y a la gente que los desprecia: siempre el antónimo de sí.

Siempre te veo

Siempre te veo (Photo credit: C-Monster)

For Help, press F1.

Por ejemplo, hoy me ha gustado el abusar de la calificación normal en hojas de evolución de pacientes como un winkguiñopequeño a una protesta silenciosa que nadie va de entender. Y luego, me hace preguntarme, si en dado caso se abusa de la expresión normal en general y no sólo en mi caso de manera particular, cuántos normales tendré yo en esas hojas que redacta mi terapeuta. Tendré dos al menos: «Veamos, percepción alopsíquica; bueno, normal. Percepción autopsíquica, posiblemente normal pero confirmar».

La vida es una broma que no nos ha dado tiempo de entender y reír, y si eso va de eso y no de todo lo demás si es que logramos descubrir primero lo demás antes que eso, qué soy yo en realidad y dónde me encuentro. Al final. Bueno al final nada, porque estamos trascendiendo por una linea infinita de tiempo que no existe y los finales tampoco, pero las cosas terminan aun cuando no las determine un horario. Y he perdido la percepción del asunto por el ruido de fondo.

———————————————————————————————–

Tienes ganas de morir, dice preguntando el viejecito al ratoncito tomado por su colita.

Tienes miedo a morir?

———————————————————————————————-

He estado leyendo a Pizarnik y nunca me había sentido tan cercana a alguien y desde la tumba.

———————————————————————————————–

Me enferma, me enfermo.

———————————————————————————————–

El suicido me parece fatal, nunca lo he tomado como una opción vitalicia. Al menos ahora no, pero antes estuvo tan presente y tuve miedo. Y sentir miedo de una no es una cosa fácil. No es una cosa simple, es tratar de escapar del peligro siendo el peligro. La sensación es el ahogo y la asfixia. Me pregunto si esto funciona así, si esto va de matarse internamente y luego sin las complicaciones morirse matándose.

Me he pintado una escena de despersonalización muy bonita, en ella estoy sobre mi cama tratando de tapar un dolor invisible. El asco. La sensación revivida no es agradable, pero «tienes que hablar de esto». Creo que la vergüenza se ha sentado sintiéndose muy cómoda a esperar que termine lo que no empiezo porque  ha pasado relativamente no hace mucho, sin embargo existe esta sensación de que ha terminado  no hace poco. No voy de explicar por qué ha sucedido aunque lo imagine: la sensación pedorra provocada por bacilos metafísicos dándote a entender que nada tiene sentido que todo es inútil, que vale desgarrarse el alma respondiendo porque por qués por que es  porqués, y esas pequeñas letras porquerizas desencajadas que se encajan en los sesos y te los consumen. Lo importante es que mi cobardía siempre está presente para atajar mis miedos y aunque trate de minimizar la situación aduciendo que ha sido cosa burra de adolescente hormonal, tampoco es que haya sido fácil, salir, digo. Salir. Salir del otro lado del espejo, del lado oscuro si se quiere, del lado oculto si se prefiere.

———————————————————————————————–

-Pero Godot, he salido a conocerte. Ahora, dame una galleta.

-¿Y eso qué ha sido?, Mrs Meursault.

– Ha sido Samsa aplastado por las pelotas de Sísifo.

———————————————————————————————–

Danilo Buccella