Harta del rumano al español es mapa.

El ruido avasallador de una ciudad convulsa, de una circunstancia específica, del espacio etéreo que te corresponde a ocupar como ocupante de un recinto que pone tu nombre escrito en tiza. Qué hay más allá de una muralla hecha con peltres y rosas orladas doradas que envuelven las mentiras que te dices en circunstancias faltantes. Quién eres a falta de qué, qué haces por ser quién, qué buscas para perder lo que tienes. Las respuestas inconmensurables se instalan en el rincón de la ropa sucia, la hueles para paliar si pueden ser utilizadas con la oportunidad de reinventar el pasado. Pero te pierdes en el descubrir deshecho, en el desear alterado de algo que nunca pasó. Cómo responder al devenir y al porvenir, dos cosas distantes entre sí aún equi-distantes. X-distantes. Distantes de N pero cerca de la x donde marcas el refugio donde piensas enterrarte. Realizar la azotadora tarea de aquel Münch-hausen que se jalaba de las coletas para salir de su propio pantano promontorio, de su propia y inconmensurable falta de sentido, de su dismorfofobia espacial.

Cómo te atrapas en la idea de permanecer y de ser, cómo conseguís erguirte en el vasto campo donde no eres pero finges ser. Convenir siempre con la idea de que construyes un palacio de cristal con falacias y cuyas mentiras te siguen como el playlist de un comercial que abarca todo el lugar. Levantas la tapa del baño del lugar público, tiras de la cadena para deshacerte de toda la mierda, mientras la música de elevador te rebaja dos pisos. Quién eres para decidir sobre lo que te gusta. Haz lo que tienes que hacer, sigue las líneas con los dedos de la mano derecha hasta el final de la página del libro que alguien más te pidió que leyeras. página 45. Haz pausas con las comas. Considera los puntos finales. Sube los hombros, sonríe. Te están viendo.

 

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Hagar Vardimon 

El qué, tía…

Las entradas son unívocas.

Las entradas son venas abiertas de sistemas inconclusos que tienden a la curva.

¿Qué digo cuando digo algo, Alejandra?

¿Qué digo cuando lo digo todo sin decirlo?

Conocer las entrañas de la pérdida es saber subestimar lo que nunca se ha tenido.

Empezar con lo cliché porque siempre son lugares seguros para desvanecerse y decir lo que siempre se ha dicho.

¿Quién eres?

Compasión.

Necesito certezas para no abrir la fragua de la espera.

¿Quién espera?

La ira.

¿En qué creer?

Spinoza se curva del desasosiego.

¿Hay un lugar dónde Spinoza no entre?

Por favor, toca.

Otra piel, la extraña sensación de reconocimiento fenomenólogico de otro otro -susurra una voz.

Los secretos que vuelven a contarse- acota.

No voy a lograrlo, ¿cierto?

¿Alguna vez alguien lo logra?

¿Escapar?

Spinoza se sienta a fumar.

¿Spinoza fumaba?

Fumar es tragarse el alma.

(Silencio)

El dolor siempre es gráfico.

El dolor siempre se queda.

El dolor es readecuación.

El dolor es ya parte de mí.

El dolor está bien.