¡Baja los codos de la mesa!

La pregunta metafísica acerca de la colocación de los codos sobre la mesa me ha venido persiguiendo desde que mi uso de razón se hizo presente. ¿Por qué es de mala educación subir los codos a la mesa? Siempre me ha parecido que los codos son la parte del cuerpo peor discriminada sin un fundamento especifico.
Y como me he señalado  la antítesis de los convencionalismos sociales, los codos me hicieron presente esa pregunta, en un grito de ayuda huyendo de la presión social que los enclaustra bajo la posición oscura de la mesa presenciando quién sabe qué cosa.
Buscando respuestas a mis cuestionamientos, consulté a la sabiduría materna sobre el problema meso-codal. Su respuesta, simple y corta, me puso en qué pensar: Es de mala educación.
Buscando soluciones a mis controversias, consulté en códigos de ética social sobre la contrariedad educativa que me atañía. La respuesta, también, simple y corta agregó más pensamientos a los que ya estaban consolidados: Es una infamia contra toda norma ética.
La resolución, pues, era un axioma tan presente como la pregunta misma, nadie sabe el porqué.
Haciendo mi mente divagar, me hice la segunda pregunta derivada de mi gran cuestionamiento, ¿qué haría a los hombres de antaño crear una norma de tal naturaleza? mis hipótesis pues, incluyen guerras, discusiones y hasta el posible origen de la obra Romeo y Julieta.
Nada de lo anterior ha causado en mí, un asombro. Al creer que todas las respuestas para todas las preguntas formuladas, están contestadas, la evolución a deseleccionado de su estructura el cuestionamiento humano del que estaban dotados los filósofos antiguos. O simplemente es la idiotez humana dejándose guiar por prejuicios.
Lo que no puedo negar es que si el yugo de los codos sobre la mesa no dejara a éstos aproximarse a la superficie de aquella, no seriamos mucho de los somos:
¿Sería posible imaginar una vida sin que el romance desmedido acompañara a esas noches candentes de velas donde el amor y la pasión van desenmascarándose de a poco a través de una superficie de madera?
O bien, ¿una vida dónde la decisiones políticas y económicas de índole global se viesen impedidas por la incomodidad que provoca la represión de prejuicios sociales acrecentando el enublecimiento del panorama mundial ?
Y qué tal. Un mundo donde nuestra inconformidad no fuese expresada abiertamente, donde nuestra tristeza fuese interpelada por un código de ética de doscientas hojas sin fundamento alguno.
«Toda rebelión empieza con los codos sobre la mesa.» –Diría un sabio, pero lo digo yo.
Ahora, contestese: ¿Se atrevería a subir los codos a la mesa?
Medítelo.
Muy ponto, las manos se rebelarán en contra de los cubiertos, espérelo.

Remaches de Idiota filósofa I

El mundo me parece un lugar indigno para matar moscas.
La divisas, te acercas sigilosamente ante la indefensidad de la mosca, abstraída de su realidad inmediata, y que de una manotada, ¡zaz! acabas con su aludida vida.
El sonido, el estruendo, todo el escándalo es más grande que el tamaño propio de la mosca.
Es por eso; las leyes de la física de este mundo le hacen justicia a la victima mosquífera de una manera vulgar e inadecuada
Ahora, pensemos todos en el cielo de las moscas y lo oloroso de su reino.