Mira, mamá: mamihlapinatapai. Otra vez.

Hay una mística puta en añorar  a quien no se conoce.

Una mística puta de adolescente.
De adolescente con serios problemas de autoimagen y relación con el mundo.
En ese mundo donde aparentas una actitud de confianza, seguridad en ti misma, posesión y dominio, hasta que  levantas la cabeza para arreglar el flequillo de la cara, con un movimiento básico de reina del baile, y lo ves. Y entonces ya no eres ni reina, ni confiada, ni segura, ni posesiva y/o dominante; sólo eres, en toda tu finitud, una partícula vulnerable y diminuta que tiembla al verle mientras te ve, que disimula la sonrisa, y que se pega de guantazos en la molondra cuando cae en la cuenta que otra oportunidad perdida, que hoy no y que mañana, tal vez, tampoco para empotrarle contra la pared y darle de besotes.

Como sea, las oportunidades se pierden cuando una se pierde en ellas.

Pero que jodidamente bonito.